La apropiación espacial de la planta libre responde simultáneamente tanto a la voluntad arquitectónica por generar esa pieza labrada; como a la adjudicación casi natural del programa  frente a las socavaciones de la fachada. Cada espacio reclama su ubicación extirpando su volumen dentro de esta gran pieza cavada.   Las zonas privadas del departamento, contenidas en uno de los costados largos del prisma,  son surcadas por unos muros de madera gris cardeada que se expanden o contraen en respuesta al programa que delimitan, provocando una sutil intimidad  espacial.  Los espacios públicos se apoderan así de ese otro costado del prisma, en el que los muros se disuelven generando una continuidad espacial que fusiona las diversas zonas del programa.  Al centro de estos dos grandes contenedores espaciales nace este extraordinario volumen central, delimitado por dos largos muros de granito, en el que la ausencia paradójicamente se expone en ese escenario monocromático de materiales, texturas y  opacidades que le dotan existencia y  promueven complicidad con esa gran pieza  de piedra volcánica del escultor Jorge Yazpik.