Una superficie de más de 700 metros cuadrados da albergue a este espacio condensado de fuerza, en cuyo interior emergen sutiles divisiones que irán delineando el programa.

El recorrido, como protagonista principal, fue surcando el trazo al escuchar las sugerencias sutiles del palpitar de este gran volumen arquitectónico. Sus latidos pulsantes reclamaban ese espacio central como habitáculo indiscutible del gran corazón que de manera centralizada y prioritaria se establece en esa gran terraza. Espacio cuyos limites visuales apenas son sugeridos por el cielo y las estrellas.

La bienvenida será gestionada por la Gran Galería cuyos tejidos internos evocan en todos sus planos la potencia de este cuerpo arquitectónico contenido. Los muros, evidenciando su naturaleza pétrea, se desdoblan para exponer esa memoria sedimetaria que conforma el grafismo de sus vetas. La celosía, como elemento envolvente del corazón central; evoca mediante la intersección ortogonal de líneas ligeras; este fluido cardiovascular que surca y define sin perder transparencia.  Recorrido que continúa a través de las suaves vetas de la honeada quarzita del piso y el plafón; gran manto flotado de madera, cuya densidad y ligereza protegen este gran espacio contenido.

Respondiendo al antagonismo del programa, del lado izquierdo, los obscuros muros de madera con hendiduras luminosas dan albergue a las habitaciones configurando un espacio contenido y privado. El lado derecho, en contraparte, es vinculado por la volatilidad de una nube de arena, plafón que flota en la ortogonalidad del espacio para potenciar su organicidad. La aparición de ciertos elementos verticales cuya presencia sutilmente delinea el programa sin constreñirlo. Las cualidades formales y reflectantes de los materiales van siendo replicadas en todos sus planos amalgamando el programa social:  sala, comedor, sala TV, cocina; en un continuo de reflejos, luminiscencias y trayectorias yuxtapuestas y entrelazadas en un sistema de líneas vitales en continua transformación